¿Cómo se estudia el paciente con cardiopatía congénita?

Las enfermedades del corazón de los niños frecuentemente causan pocos síntomas de forma que pasan inadvertidos. Cuando los síntomas son evidentes y detectados por los padres, es común que no se piense que dichas molestias se originan en el corazón. Por eso, cardiólogo pediatra inicia el estudio de los niños con una historia clínica (un interrogatorio y revisión) detallados buscando información que sugiera el diagnóstico, la severidad del problema y las posibles causas.

Información tan simple, como el sexo del paciente, ayudan al diagnóstico, porque hay enfermedades más comunes en mujeres (como el conducto arterioso permeable o la comunicación interauricular) que en hombres. La edad a la que aparecen los síntomas o en la que se le escucha por primera vez un soplo a un paciente o se percibe la cianosis (coloración violácea de la piel) puede orientar también al médico.

Síntomas como disnea (fatiga al hacer esfuerzos), cianosis (coloración violácea de la piel), síncopes (desmayos o pérdida de la conciencia súbita y no relacionada con crisis convulsivas), palpitaciones, dolor en el pecho, sudoración excesiva, lento incremento del peso y/o talla corporal; son frecuentes en pacientes con cardiopatía congénita y orientan al médico en el diagnóstico y en la severidad del problema que el paciente pueda tener. Hay pequeños a los que incluso les cuesta trabajo comer, porque se fatigan cuando amamantan.

Una completa exploración del paciente es de vital importancia, el peso, la talla, los signos vitales, la saturación periférica de oxígeno y los hallazgos de la revisión, orientan al diagnóstico y permiten definir la severidad de la falla del corazón.

El electrocardiograma (ECG) es el registro gráfico de la actividad del sistema eléctrico del corazón y es un estudio obligado en toda valoración cardiológica. La simple revisión clínica no permitiría conocer el estado del sistema de conducción y por eso a todo paciente que acude a valoración inicial se le solicita el estudio.

Otra herramienta útil en la valoración del paciente es la radiografía del tórax. Permite evaluar el tamaño global de corazón, la posición y forma de las vísceras torácicas (bronquios, pulmones, timo) y de la parte superior del abdomen (hígado y estómago), así como las características del flujo sanguíneo pulmonar y por supuesto la presencia de enfermedad pulmonar, que pueda estar afectando al paciente, o al corazón y su funcionamiento.

Dependiendo de la sospecha clínica que se tenga, realizará un ecocardiograma bidimensional y quizá otros estudios como electrocardiografía de Holter, prueba de esfuerzo, tomografía computada o resonancia magnética; hasta conseguir un diagnóstico preciso de la enfermedad del paciente y poder definir un tratamiento.

Pediatric Cardiology. The essential pocket guide. 3ª ed. Johnson Jr. WH., Muller JH. Ed. Willey Backwell. ISBN 978-1-118-50340-9. P. 2 a 72.

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